La palabra hace al hombre
La rutina de las tardes de invierno siempre era la misma. Al terminar de comer marchaba a la biblioteca para comenzar a estudiar durante horas, pero aquel día fue diferente. Toda la biblioteca se encontraba en un absoluto silencio, pero yo no lograba concentrarme. De repente, mis ojos comenzaron a cerrarse y mi mente quedó completamente en blanco. Al abrirlos, la biblioteca se encontraba vacía y yo estaba sola en aquel lugar rodeada de libros.
Pronto me levanté de mi asiento y comencé a mirar por las ventanas. El cielo se había oscurecido y estaba lloviendo tanto que no conseguía ver a nadie por la calle, ni siquiera pasaban coches por la avenida. Algo inusual estaba pasando, pero aun así, alguna cosa me impedía salir por la puerta y regresar a casa.
Una extraña sensación invadió mi cuerpo e inesperadamente sentí ganas de subir las escaleras que conducían hacia las inmensas estanterías repletas de libros. Tras llegar a la planta alta, observé un libro que estaba cayendo al suelo y fui a recogerlo. Una vez en mis manos, un papel que procedía de su interior, cayó a mis pies. Al abrirlo logré leer la frase que contenía: “el hombre ha muerto junto con la palabra”.
Justo entonces, mis ojos se abrieron. Algo raro ocurrió en la biblioteca, ahora estaba repleta de gente, el cielo estaba despejado y desde dentro se podían escuchar las voces de los niños jugando en el parque. Rápidamente recordé aquella frase y comprendí que sin la palabra, las personas dejamos de existir.
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